3.03.2006

017 - Rincón Chileno

Es muy sencillo: me cuesta escribir con pocas palabras. Me quiero concentrar en un tema pequeño y diminuto y no puedo. Quiero decir mucho pero me enredo entre el espacio de cada letra y en el silencio que dejo entre palabra y palabra. ¿Me podrías ayudar vos?

Estamos en un bar de San José, por Chellés, a un costado de la Avenida Central, y estamos tomando un tinto chileno. Escuchamos a Víctor Jara o a Violeta Parra. Para facilitar la narración, digo que estamos a final del 77. Tengo 16 años. Tuve la suerte de parecer siempre más viejo y de poder entrar a cualquier bar sin que nadie preguntara por mi edad.

(Me pregunto que habría pasado si en lugar de ir hacía el maldito norte, me hubiera quedado en América Central. ¿Sería el mismo? ¿Podría notar la diferencia que hay entre mi patria antes y después? ¿Sería como tantos que enterraron sus sueños de juventud? )

A mi lado derecho esta J. y al izquierdo M. Acabamos de jugar la primera ronda del torneo en honor a “Porritas”. J. pide una botella de tinto Concha y Toro.. Estábamos cansados. Habíamos jugados casi seis horas y nos queríamos pensar más en que habría pasado si en lugar de tal jugada, hubiéramos escogido otra. Habíamos ganado los tres pero siempre nos esforzábamos en saber si la secuencia de jugadas escogida se podría mejorar.

(Pienso que es raro recordar ese momento y ese lugar. Tal vez en ese momento me sentía invencible. No sabía lo que nadie esperaba de mí.)

Pedimos seis empanadas chilenas. Ademas de terminar sin hambre, J. y M. tenían la esperanza de salir acompañados esa noche. Sin embargo, antes de que llegaran las chavalas y de que J tomara la guitarra y cantara una canción de Paco Ibañez pasarían dos o tres horas. Eran apenas las seis y media de la noche.

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