12.31.2004

Sospecha

Parece que eso de escribir fue puro cuento. Podría yo aducir muchas excusas, pero la pura verdad es que no tengo disciplina. Me da miedo enfrentarme a la página en blanco y tal vez tenga miedo de decir la verdad, mi verdad.

12.23.2004

Declaración inicial

En todo ensayo existe la posibilidad del fracaso. La opción de no hacer nada, de quedarse esperando a que otros te liberen, parecería únicamente adelantar tu lugar en el cementerio.

¿Quién dijo que el tiempo no mella la armadura de las mejores pretensiones? Habría que decir la verdad, en minúscula, personal y mínima, para poder dormir sin bruscos tropezones y afeitarse sin odiar al que está en frente del espejo en las mañanas en que el que te dije se prepara para ir a un trabajo que odia. Habría que aceptar que la propensión a la mentira tienta al mejor de nosotros y que en algún momento siempre hemos mentido y que haríamos mejor en demoler los hoteles de las asfixiantes costumbres y en gritar en coro que otro mundo es posible.

Habrán los que pidan que los juzguen por sus mejores intenciones y no por sus actos, los que se drogan con la nuevas tecnologías, los nuevos objetos comprados que comparten alegre y torpemente, y los buenos actos que hicieron el día de hoy. Sin embargo, en estos días, es mejor tener algo más que buenas intenciones para que Bush y nuestros ex-presidentes no nos lleven al infierno con sus cuentos de paraísos neoliberales y promesas democráticas impuestas desde afuera.

No obstante, entre la necesidad de trabajar y la dulce e inexorable obligación de ser fiel a las aspiraciones políticas, queda ese asunto personal que nos desvela si la suma de las acciones no lleva a la plenitud de haber hecho todo lo posible por alcanzar algo más que el cheque que pague el alquiler y los tragos del fin de semana.

¿Serás capaz vos de llegar más alla de ese lugar?

Si podés, contanos cómo lo hiciste.