9.02.2005

007

La pregunta es repetida. Ya casi aburre preguntar lo mismo. Formular una interrogante en el infinito espacio de esta página en blanco, en el silencio absoluto de las voces ensordecedoras del mercado y la costumbre. Habría incluso que echarse atrás, verse al espejo, consultar algún oráculo, tal vez, por esta vez, aceptar que ya no puede haber respuesta, que todo se vuelve simulacro, ejercicio aprendido con el buenos días rutinario y llegar a la hora en punto al trabajo, preocuparse por la dieta y ahorrar alguito para el día de jubilación. Habría que pensar si vale la pena gastar tanta conexion sinóptica en algo que no se puede saber, que no se puede apre(he)nder. Sin embargo, sigo igual, aunque me levante con los ojos bien despiertos, siento el tiempo como una avalancha inevitable, que asfixia mis signos y que me exige continuar palabrando y perderme en los espacios de cada letra, entre cada palabra para respirar en paz, sin prisa, en este tiempo a-significado.

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