11.23.2006

Camarón de la Isla 001: Pañuelo a rayas

Tu porque no vienes
y me ayudas a levantarme
No ves que yo estoy caído,
mi mundo es un bosque frío
mi mundo es algo vacio
pero como sea tu
uno siente alivio
París 1987


Siempre me cuesta volver a escribir después de varios días de trabajo. Si mi día no comenzara a las cinco de la mañana y no viniera cansado a la casa, después de casi dos horas de autobús, sería más fácil escribir. No es que vivo lejos de la ciudad. Más bien que el sistema de transporte de la ciudad de Seattle no ha sido mejorado por muchas décadas. El tráfico de esta ciudad hace que la ciudad colapse siempre que hay un evento deportivo o un concierto musical en el centro de la ciudad. Seguro que podría comprar un carro. No lo he hecho porque ya tengo demasiadas cosas que tendré que llevar a otro lugar. Hay un momento en que uno se tiene a poner a escoger entre libros, discos compactos, equipo fotográfico y culinario y tiene que decidir que todo esas cosas son necesarias menos que tener un carro para transportarse. No sé hasta que punto esto suena a excusa. Sin embargo, sé que es una verdad que reconozco ahora.
Estoy un poco cansado porque estoy haciendo ejercicio todos los días. Decidí que voy a hacer ejercicio siempre que pueda, en lugar de día por miedo como lo venía haciendo desde hace casi quince meses. He descubierto que ejercitarme me hace sentir casi tan bien como escribir y cocinar. Supongo que lo que más me gusta es cocinar porque es una comunión con otro y es algo que a solas hace que la comida no sepa igual. Siempre es necesario que haya otra persona para compartir el pan y el vino. Después de un día de trabajo, me calma sentarme en la bicicleta y mover las piernas por 50 minutos y por casi treinta kilómetros y levantar pesas y oír a Silvio Rodríguez, a Charly García, a Fito Paez, a Dylan, y a Celia Cruz en mi tocador MP3. Claro que en los últimos día he estado oyendo más que todo a R.L. Burnside, a Junior Kimbrough, a El Lebrijano, a Camarón y a Falete porque solamente el blues y el flamenco me ayudan a entender como me siento.
Aunque cada tres días recorra más de cien kilómetros en mi bicicleta fija, el problema es que no voy a ningún lado, es que después de todo mi esfuerzo siempre estoy en el mismo lugar y ya no quiero ni puedo estar aquí. Sí, tal vez como hijo único y emigrante, conozco muy bien el tema de la soledad y de la autosuficiencia. Puedo sobrevivir sin ayuda de nadie. No obstante, en este momento me pregunto si es suficiente con sobrevivir nada más y si no necesito de cómplices para asaltar los límites del deseo, para romperle la espalda de las buenas costumbres, para sentarse en la mesa de todos nosotros y comer del mismo pan, y para entender que debemos descubrir los territorios inexplorados del mapa, del mundo, que otro nos dieron, que otros nos heredaron.
Sería necesario apostar por otro mundo, olvidar lo que nos dijeron los padres, los maestros y los sacerdotes, y tener bien claro que con el dinero solamente se adquieren las cosas muertas.
Tal vez deba apostar por estar a tu lado, por sentir tu abrazo, por añorar tus besos y saber que más tarde que temprano estaré a tu lado aunque no sepa tu nombre y tal vez todavía no te conozca.

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