10.21.2006

R.L. Burnside 002: “Poor Boy”

Poor boy I am long way from home
But the world can't do me no
the world can't do me no harm
R.L. Burnside – Well...welll...well...




No puedo recordar mis sueños desde hace muchos años. No sé si es un mecanismo de autodefensa porque cada vez que logro hacerlo, sucede algo importante, que usualmente cambia el curso de mi vida. Adquirí la costumbre de tener un cuaderno al lado de la cama, en cualquier lugar en que esté, para grabar inmediatamente lo que recuerde apenas despierto, apenas reconozco la sensación de que soñé. Después del inventario obligado de imágenes, de colores, de sonidos, de palabras y de música, trato de determinar la importancia de cada detalle, incluso los más pequeños, para el análisis posterior.
A mediados de diciembre del 2003, días después de que mi madre me dijo que tenía cáncer del colón, soñé que estaba en un parque, o un lugar parecido, y veía como un señor iba cerrando con ladrillos una ventana. Había algo detrás de los ladrillos pero no logré distinguir que era. Recuerdo que yo no podía creer que los ladrillos iban cerrando esa ventana a pesar de que lo estaba viendo, de que yo estaba ahí. Esa escena me recordó vagamente el entierro de mi abuelo paterno Leonidas cuando tenía seis años, quizá la última vez, en ese momento, que había asistido a una de esas ocasiones. Tal vez alguien que desconociera la fortaleza física y mental de mi madre diría que era fácil deducir que mi sueño era un aviso de lo que venía para mi y mi padre. Su muerte cuatro meses después nos tomó a todos por sorpresa porque sucumbió a pesar de haber sobrevivido una septicemia, y no la que al final tomó su vida, como quién dice la que ganó una batalla y perdió la guerra. A mí, más que a nadie, porque no pude reconocer la tumba familiar en el cementerio de Guadalupe, cuando el sepulturero cerraba con ladrillos su tumba y no soportaba la culpa de no haber reconocido antes lo que mi sueño anunciaba.
Hoy en la tarde me quedé dormido en la casa y volví a soñar. Vi a un hombre que lloraba con ganas y con mocos, sin guaro y sin consuelo No sé si ese hombre era yo o era otro que lloraba por mí. También soné como caminaba por Seattle, esta ciudad maldita y desierta de amigos, y sus calles estaban adornadas con caballitos, que daban la vuelta a toda las calles, como si fuera un campo de diversiones, casi como un carnaval en medio del infierno.
Conclusión preliminar: nuestro escape, el mío y el de Federico, mi gato, debe ser inmediato.

1 comment:

Sirena said...

Supongo que recordás, que daba mucho miedo bajarse de un carrusel en movimiento, pero cuando superabas la angustia y lo hacías, te parecía fácil, inofensivo, no podía dañarte. Además, abajo siempre te esperaba alguien que te miraba sonriente mientras dabas vueltas y vueltas.

¡Voy a contarle a Simona esa conclusión preliminar! ¡Celebraremos con Purina Cat Chow!