4.14.2006

Todos somos ilegales - Primer intento

En estos días de protestas nacionales de los trabajadores sin papeles, he visto en los ojos de muchos gringos algo que no había visto tan claramente antes. Vi odio puro y simple. Siempre dirigido a todos los que hablamos español u otro idioma que no sea inglés, a los que no parecemos pertenecer, a simple vista, a pesar de los años, en este país por sus facciones o sus ademanes. Ahora, los términos de latino, hispano e ilegal se usan como sinónimos aunque uno sea residente legal o cargue un pasaporte gringo.

La crítica siempre es la misma, que no nos hemos asimilado como lo hicieron los irlandeses y los italianos y según los libros de secundaria como tantos otros. Sin embargo, la imagen de la olla en que todas las nacionalidades se juntaron es un mito. Esa olla solamente tenía espacio para blancos: para los italianos, los portugueses, los suecos, los alemanes, etc. Esa olla maldita nunca incluyó a los negros, ni a los puertorriqueños, ni a los chinos, ni a los japoneses, ni a los chicanos. Este país es racista, siempre lo ha sido. La asimilación solamente serviría para aniquilar nuestra memoria y cultura, para hacernos esclavos a un paradigma que nunca podríamos alcanzar, para permitirle al otro que siga dictando las reglas del juego. Existe realmente otro inconveniente: debido a nuestras circunstancias como emigrantes no calzamos en sus esquemas. Somos diferentes. Siempre lo seremos. Tal vez, estos gringos quisieran ver una sonrisa sumisa de agradecimiento, como la que tendría Oscar Arias si llega a firmar el TLC. Quizá no sea suficiente con trabajar, pagar los impuestos y respetar las leyes, habría también que saludar a la bandera cinco veces al día y sentirse de estar entre los más afortunados de estar aquí entre tanto odio e ignorancia.

Hay otro problema: el debate sobre emigración ha sido deshonesto. La situación no es solamente que hay doce o más millones de latinos, asiáticos, europeos y canadienses sin documentos, sino que hay toda una infraestructura que apoya su estadía aquí, comenzando

con los patronos que les encanta tener trabajadores a los que no les tienen que pagar buenos sueldos y que les permiten grandes ingresos, y que a su vez sirve para que el precio de los productos sea más barato, (costos menores de producción), para los consumidores, de lo cual nadie se queja;

con los gobiernos federales y estatales que toman sus impuestos sin que ellos reciban ningún beneficio;

con todas las empresas, bancos, supermercados, farmacias, etc., que se benefician del dinero que ellos gastan en sus transacciones diarias que a su vez genera nuevas fuentes de ingreso para estas empresas e ingresos para los gobiernos de la ciudad y del estado.

Esta plusvalía nadie la menciona y paga de más cualquier gasto extra que mencionan tanto los gobiernos locales y estatales y los que desean expulsar a los indocumentados.

Los racistas prefieren decir que los indocumentados solamente le quitan a otros gringos trabajos, que ningún maldito gringo haría por lo mal que paga, que se aprovechan de los servicios educativos y hospitalarios. Si realmente no quieren a los indocumentados, que se deshagan de la infraestructura también. También deberían archivar el proyecto de trabajadores invitados que no es más que un intento de esclavitud legalizada. La explicación es sencilla: la gente quiere el trabajo de los indocumentados y quiere pagarles poco pero no quieren que ellos se queden a su alrededor después de que lavan el inodoro o ponen el techo de la casa. Les disgusta nuestra presencia.

No hablaré de que esta gente merece un mejor trato, con más justicia, lo cual tal vez sería mucho con la gente que hay en el congreso. Más bien diré que ojalá el desenlace de este problema sea consistente, que trato sea el mismo tanto para indocumentados como patronos y consumidores ya que todos somos parte del mismo problema.

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