7.02.2005

Mañana no existe

De acuerdo al calendario no son tantos los años que tengo, sino los que me quedan ya que los míos tienen la mala maña de durar alrededor de sesenta años. Quizá sea una ventaja saber que desde hace tres generaciones no pasamos de cierta edad porque no tengo la excusa de esperar que tal vez las cosas parezcan mejor mañana. De manera es mejor decir que me quedan dieciseis por vivir, por descubrir, por aprovechar que acabo de contar cuarenta y cuatro mal cumplidos. Habría que decir que el tiempo se me acaba, que no puedo permitir que la arena del reloj se disipe en movimientos falsos. Sin embargo, aquí yace la disyuntiva de la espera, aquí nace la futilidad de la esperanza: pensar que podré ser capaz de empatar o ganar la partida.

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