11.25.2006

Fritatta de spaghetti de harina integral


Hoy hace mucho frío y parece que va a caer nieve. No hay mucho que hacer más que leer y cocinar. Este plato es una buena forma de utilizar pasta que nos quede de otro plato. La fritatta se termina en el horno y no hay que darle como se hace con la tortilla española. Esta lleva cuatro huevos, hongos, tomate, cebolla, quesos parmesano y cheddar, sal y pimienta negra. Se fríe los hongos, el tomate y la cebolla en aceite de oliva por unos cinco minutos. Se revuelven cuatro o cinco huevos en una olla, y se le añade el spaguetti, los quesos y los ingredientes fritos. Se pone un poco más de aceite en el sartén, se fríe por unos cinco minutos. Se pone a calentar la sección superior del horno y se hornea por unos dos o tres minutos.

023

La pregunta es repetida y aburrida. Formular una interrogante en el infinito espacio de la página en blanco, en el silencio absoluto de las voces ensordecedoras del mercado y de la costumbre. Habría incluso que echarse atrás, verse al espejo, y consultar algún oráculo, y tal vez aceptar que ya no puede haber respuesta, que todo se vuelve simulacro, ejercicio aprendido con el buenos días rutinario y el llegar a la hora en punto al trabajo, preocuparse por la dieta y ahorrar alguito para el día de jubilación. Habría que pensar si vale la pena pensar tanto en algo que no se puede saber, que no se puede apre(h)ender. Sin embargo, sigo igual, aunque me levante con los ojos bien despiertos, siento el tiempo como una avalancha inevitable, que asfixia mis signos y que me exige continuar palabrando y perderme en los espacios de cada letra, entre cada palabra para respirar en paz, sin prisa, en este tiempo a-significado.
Diario personal - Enero 2000

Al final siempre vuelvo a escribir sobre las mismas obsesiones que me han perseguido desde que tenía quince años. Quizá como decía el viejo Borgés uno se pasa toda la vida re-escribiendo el mismo poema o el mismo cuento. Escribo porque quiero salvarme del olvido, de la suicida y cotidiana maldición del trabajo remunerado, de vivir en un mundo al que no me puedo ni quiero acostumbrar. Materializar estas palabras conlleva el peligro expreso de emprender una ruta de la que no hay regreso, de cruzar un puente que solamente tiene una via ya que las viejas artimañas que he utilizado para sobrevivir no me servirán más.

No sé si era necesario regresar a un punto de arranque similar al que vive Jorge Marín Hernández al comenzar a relatar Torbellino Blues. Sin embargo, aquí estoy nuevamente y es necesario que apueste todo el dinero a la casilla roja 22 y que le permita a la ruleta de la escritura que decida nuestra suerte.
Sospecho desde hace muchos años que no me enfrento a esta narración porque no creo que ni mis personajes ni yo nos podremos salvar. No obstante, ya no puedo escapar y correr de mujer a mujer, de trabajo a trabajo, de país a país, de crisís familiar o personal a crisís personal o familiar. Ahora, debo saber mi pequeña verdad y confiar en que podré navegar a buen puerto los vientos insobornables del torbellino.

11.23.2006

Camarón de la Isla 001: Pañuelo a rayas

Tu porque no vienes
y me ayudas a levantarme
No ves que yo estoy caído,
mi mundo es un bosque frío
mi mundo es algo vacio
pero como sea tu
uno siente alivio
París 1987


Siempre me cuesta volver a escribir después de varios días de trabajo. Si mi día no comenzara a las cinco de la mañana y no viniera cansado a la casa, después de casi dos horas de autobús, sería más fácil escribir. No es que vivo lejos de la ciudad. Más bien que el sistema de transporte de la ciudad de Seattle no ha sido mejorado por muchas décadas. El tráfico de esta ciudad hace que la ciudad colapse siempre que hay un evento deportivo o un concierto musical en el centro de la ciudad. Seguro que podría comprar un carro. No lo he hecho porque ya tengo demasiadas cosas que tendré que llevar a otro lugar. Hay un momento en que uno se tiene a poner a escoger entre libros, discos compactos, equipo fotográfico y culinario y tiene que decidir que todo esas cosas son necesarias menos que tener un carro para transportarse. No sé hasta que punto esto suena a excusa. Sin embargo, sé que es una verdad que reconozco ahora.
Estoy un poco cansado porque estoy haciendo ejercicio todos los días. Decidí que voy a hacer ejercicio siempre que pueda, en lugar de día por miedo como lo venía haciendo desde hace casi quince meses. He descubierto que ejercitarme me hace sentir casi tan bien como escribir y cocinar. Supongo que lo que más me gusta es cocinar porque es una comunión con otro y es algo que a solas hace que la comida no sepa igual. Siempre es necesario que haya otra persona para compartir el pan y el vino. Después de un día de trabajo, me calma sentarme en la bicicleta y mover las piernas por 50 minutos y por casi treinta kilómetros y levantar pesas y oír a Silvio Rodríguez, a Charly García, a Fito Paez, a Dylan, y a Celia Cruz en mi tocador MP3. Claro que en los últimos día he estado oyendo más que todo a R.L. Burnside, a Junior Kimbrough, a El Lebrijano, a Camarón y a Falete porque solamente el blues y el flamenco me ayudan a entender como me siento.
Aunque cada tres días recorra más de cien kilómetros en mi bicicleta fija, el problema es que no voy a ningún lado, es que después de todo mi esfuerzo siempre estoy en el mismo lugar y ya no quiero ni puedo estar aquí. Sí, tal vez como hijo único y emigrante, conozco muy bien el tema de la soledad y de la autosuficiencia. Puedo sobrevivir sin ayuda de nadie. No obstante, en este momento me pregunto si es suficiente con sobrevivir nada más y si no necesito de cómplices para asaltar los límites del deseo, para romperle la espalda de las buenas costumbres, para sentarse en la mesa de todos nosotros y comer del mismo pan, y para entender que debemos descubrir los territorios inexplorados del mapa, del mundo, que otro nos dieron, que otros nos heredaron.
Sería necesario apostar por otro mundo, olvidar lo que nos dijeron los padres, los maestros y los sacerdotes, y tener bien claro que con el dinero solamente se adquieren las cosas muertas.
Tal vez deba apostar por estar a tu lado, por sentir tu abrazo, por añorar tus besos y saber que más tarde que temprano estaré a tu lado aunque no sepa tu nombre y tal vez todavía no te conozca.

11.20.2006

Declaraciones del embajador gringo en CR sobre el TLC

Las declaraciones del embajador gringo en Costa Rica dejan mucho que desear. Acaso habrá que enseñarle que como diplomático no debe hacer comentarios de los asuntos internos del país. Be quiet or go home, cracker!
Siempre es el mismo cuento y lo mejor es que el cuento no ha funcionado en ningún país. Alguién me podría decir que país está mejor después de la apertura de sus mercados. Por favor no pongan de ejemplo a Chile porque las circunstancias chilenas antes y después de su "milagro", que tienen mucho que ver con el golpe del 73, no se pueden comparar a las nuestras. Si realmente el comercio es tan beneficioso, ¿por qué la situación de mayoría de los mexicanos, excepto su clase política, ha empeorado desde que se aprobó el TLC de América del Norte?
Las palabras del embajador yanqui se deben enmarcar dentro del privilegio blanco, que procura siempre mantener las ventajas de los blancos sobre otros grupos raciales o étnicos y las ventajas económicas de todos los gringos sobre el resto de los países. A Langdale no le cabe en la cabeza que haya otra forma de "progreso" que abrir el mercado y nunca tomará en cuenta las consecuencias de esa apertura
Langdale promete que "en todos los países donde rigen TLC con Estados Unidos, los precios que debe pagar el consumidor por muchos bienes y servicios han bajado. Eso hace que se expanda la cantidad de productos a los que tiene acceso la población y eso beneficia más a los pobres que a los ricos."
Habría que explicarle a Langdale que la vida es mucho más que consumir y que producir dinero. ¿Qué se perderá en CR con tener acceso a veinte marcas de pantalones chinos y de camisas hindúes? ¿Cuánta gente más tendrá que escapar del país, como en México, cuando las promesas de bienestar económico no se cumplan? Debería estar claro que los gringos no les interesa ayudar a nadie. Su interés fundamental es en expandir las fronteras del mercado, el altar de los republicanos y de la mayoría de los demócratas.
Claro que es necesario hacer cambios en CR, pero los mismos se deben generar de acuerdo a nuestras circunstancias y a nuestras tradiciones. Con una receta fallida del Banco Mundial y del FMI, no cambiará nada.

11.17.2006

Es tarde

Es casi la una de la mañana en un día de trabajo. Ya debería estar durmiendo pero estoy como chiquillo con juguete nuevo. Como no estoy seguro cuando me voy de esta mugrosa ciudad lluviosa, nunca he comprado un teléfono celular porque siempre requiere que uno firme un contrato de uno o dos años. Desde finales de octubre he estado teniendo problemas con el teléfono. Debo admitir que me molestaba más no tener acceso a internet, no poder leer las noticias, los correos y algunos blogs, que no recibir las pocas llamadas que siempre me avisan de problemas o muertes. Nadie me llama para decirme qué tal, esperamos que estés bien. Ayer estaba en la oficina y me tocaba contestar el teléfono. Mientras les contestaba las mismas preguntas a los estudiantes, que no saben o no quieren leer instrucciones, estaba oyendo la radio y comenzaron a hablar de un nuevo servicio inalámbrico de internet, que por una módica suma, en relación con otros servicios de banda ancha, podría tener en mi casa con solo conectar su modem al puerto de ethernet.
Anocher me conecté por última vez con mi vieja conexión de 28.8 kps y léi toda la información del servicio y de la compañía. Lo único que no me gustó fue el contrato anual porque hay que pagar una multa si uno descontinúa el servicio antes de que se cumplan los doce meses. Tendría que ser sincero y admitir que no me gustan los contratos. Hoy pasé todo el día en el trabajo pensando si valdría la pena o no embarcarme. Llegué a la conclusión de que cuando salga de aquí, pagar una multa será una de mis menores preocupaciones. Y sí, por lo tanto, después del trabajo, me dirigí a la sucursal más cercana y firmé el contrato. Me dijeron que tendría una velocidad máxima de 1.5 Mega bps y pensé que esa velocidad es adecuada para la casa. No obstante, después de conectar el modem, me fijé en el ícono de la conexión del area local y vi un número que no podría creer: Velocidad: 10 megas. Me cercioré que esa velocidad era real con el Task Manager y el Firewall de McAfee y la multa dejó de importarme.
Después de leer el correo, los periódicos, los blogs, actualizar algunos programas, me dirigí a http://youtube.com y me puse a ver los videos en contra del TLC del 23 y 24 de octubre, y los del 15 de septiembre, en que el premiecillo nobel de la paz inexistente centroamericana no dejó acercarse a nadie al centro de Cartago, como siempre habían permitido los otros presidentes. Tuve que concluir que se vienen días dífíciles para la patria. Con esfuerzo y suerte, tal vez nos salvemos del TLC.
Es hora de dormir ya. Son casi las dos. ¡Buenas noches!

11.04.2006

Te verde con menta

He descubierto que el te verde con menta alivia el malestar estomacal. Me estoy tomando uno ahora. ¿Habrá un remedio parecido para aliviar la vida? ¿Algo que se pueda tomar para olvidar el silencio de los viernes por la noche? Hay veces que quisiera tomar otra cosa que un escocés o un tinto chileno para desentenderme de los enredos de la oficina, de la tediosa rutina de cada mañana cuando me levanto, me rasuro, y corro a montarme al bus.
A veces me siento culpable porque no me siento bien, porque no aprovecho las oportunidades que tengo, porque no tengo las agallas de escapar. El problema no es que no pueda encontrar excusas o razones que expliquen mi falta de acción. Puedo decirme, por ejemplo, que solamente tengo energía para trabajar, o, que no quiero regresar a Costa Rica para salir después de dos o tres años, como ya sucedió dos veces. Sin embargo, estos pensamientos no me calman ni alejan mi sentimiento de culpa. No tengo miedo de equivocarme ya que lo he hecho muchas veces. Quizá la cuestión sea una de tiempo, de aprovecharlo bien. Mejor me hago otro te verde con menta.

11.03.2006

Una promesa vieja

Hace muchos años me hice la promesa de no escribir sobre mis penas o mis problemas, de no darle fuerza a la tristeza cuando hace frío en los días y en las noches de otoño y de invierno y las hojas de los arboles de la casa pasan de un verde intenso a un amarillo pálido y terminan cayéndose al tornarse un podrido marrón. Han pasado tantos años desde que hice esa promesa, que ya no sé si ese auto-contrato es todavía vigente.
Reconozco que cuando me siento a escribir, sigo respetando las reglas de este juego y que a veces opto por leer u oír música antes de admitir por escrito que me siento mal. Detrás de eso no hay ningún orgullo machista porque si alguien llega y me pregunta cara a cara cómo me siento, no dudaría en decir la verdad.
Me pregunto, entonces, “¿por qué no puedo admitir lo mismo por escrito?”
Teoría 1
Tal vez porque sería eternizar un momento en que permito que las circunstancias me dominen, en que admito la negación del deseo y que no puedo hacer nada por materializarlo, en que persisto en buscar la postergación de un juego que ya se acabó sin buscar otro nuevo. Debo aceptar el fin de algo o alguien especifico y eso más difícil que percibir un comienzo, de muchas cosas o gentes que vendrán. Cada fin, un comienzo, por lo tanto, un cambio, una adaptación, qué lata, pues, cuando me gustaban tanto tus besos.

Teoría 2
La soledad me ha hecho duro. Dependo más de mi que de nadie más porque sé que nadie estará a mi lado cuando más lo necesite. Lloro a través del flamenco o del blues o del tango, cuando todos me ven y nadie sospecha la verdadera razón de mi llanto. Es una forma de sacarlo todo sin tener que admitir nada.
Teoría 3
Me escondo tras la máscara de la indiferencia. No puedo aceptar que apuesto más que vos. Acaso me podrás querer tanto como te quiero yo. ¿Es que la extensión de tu deseo es igual a la mía? ¿Podés apostar por la luna siempre que estés en la tierra? Es una cuestión de ir más allá de las buenas costumbres, de las leyes burguesas, de los tratados de comercio, de querer con ganas como si no tuvieras otro momento. Claro, se trata siempre de ir más allá de mi para poder estar con vos. Siempre es una cuestión así: vencer la frontera del ego, establecer un territorio común entre vos y yo, y de sentir que mi fantasía y nuestra realidad podrías ser vos, podría ser yo.
Conclusión
Tal vez, ahora, que sé lo que quiero, sea mejor que no calle, que te cuente cómo me siento. ¡Decíme vos!